Sobre mí
Encontrar inspiración en cada momento
Mi historia
Después de realizar una licenciatura en historia, arte y geografía, por fin me enfrento al temido ingreso en Bellas Artes, un sueño que guardo en una maleta enmohecida. Tres años con menciones de honor son suficientes para entender que la universidad limita mi crecimiento.
Enferma y recuperándome constantemente de una sentencia de muerte tras otra, salgo a flote como el baron Muschansen, héroe de cuento aleman que tirándose de su propia coleta se saca del lago donde se esta ahogando, salvando así su vida y la de su caballo.
He vivido en Inglaterra, Holanda, Estados Unidos, Francia, Madrid y Suiza, sus paisajes, los libros, las horas de investigación me han ayudado a conocerme y a saber de que manera regar el alma. Procurando siempre alejarme de lugares donde no me reconozco.
En mi travesía me encuentro con nuevos colores que completan mi paleta.
Sin un rumbo cierto, algunos de mis maestros me señalaron un camino, y en el trayecto encontré mi lenguaje.
Toulouse-Lautrec y Degas me invitan a una figura elegante, femenina y rítmica. Gaugin aireando esa parte salvaje que todos escondemos, lo siento imprescindible en cualquier proceso creativo.
Por supuesto Van Gogh es mas que fundamental para mi, me enseña a desgarrarme sin miedo al trazar, pero en la mancha sobre todo. Aprender a Palpitar con cada pincelada.
En mi búsqueda Munch me hace alzar la voz dibujando lineas que van marcando la sombra del sufrimiento. Freud me da seguridad y orden.
Francis Bacon me enseña a transformar esa limitada percepción, bailando con los sentidos, y viendo como la mente nos atrapa en su laberinto. Edward Hopper me llenó de soledad y silencio, aunque pude mirarlo sin miedo.
Por fin Kokoschka y Egon Schiele, me obligan a ir mas allá de lo sugerente.
Y ahora estoy sola en mi atelier.
He conseguido repartir mi obra por el mundo, aunque como un susurro.
Vivir como expatriada me ha permitido una libertad desconocida, siendo tan solo una afortunada observadora, empañándote a elección, representando papeles que quizás encajen mejor en mi figura, no sintiéndome obligada a ser parte del juego. Escogiendo solo aquello que enriquece.
La rutina como diría Proust amortigua los sentidos.
Y desnudándome empiezo a alterar el lienzo. Desarropándome de lo que no me pertenece y recogiendo las piezas perdidas.
La soledad sin embargo despierta más tus sentidos, descarna una piel ya dañada, desprotegiéndote.
Miro el lienzo en blanco y solo siento miedo, vertigo y una música muda que me ahoga. Procuro insinuar unas lineas para mantenerme en pie. Mi pintura, como un bajo relieve, señala delicadamente aquellas cicatrices ocultas.
Mozart y Verdi me acompañan para enmascarar el relato mental.
Va Penciero de Nabucco hipnotiza mis trazos con dolor.
La tela me crea una ansiedad que debo ser capaz de abrazar, y al mismo tiempo al encontrarme, decido abandonar todo aquello que no me acaricie. Limpio cada mañana mi jardín, aunque ello suponga navegar contra corriente como el salmón. Y cada paso me hace mas liviana, cada mirada me despierta despejando el miedo.
En un homenaje a mi estudios como geógrafa, me envuelvo en el paisaje sanador y lo trato de una manera desconocida hasta entonces.
Observo la montaña como si fuera la figura de una mujer, recorro sus curvas entendiendo el paseo y así lo traduzco, cada linea cuenta, como un papiro egipcio que soy capaz de descifrar, con la mirada atenta, viendo de verdad por fin.
Empiezo a entender el misterio y con él mi encuentro.
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